Entrevista con Eduardo Ramiro Jalvete
... AÚN SIGUE HABIENDO ALGUIEN QUE NOS PONGA LA COMIDA EN LA MESA
De profesión minero, aunque ha hecho carrera de su pasión por la
naturaleza y la vida tranquila. Es todo un icono de supervivencia. Ha sabido
adaptarse a los cambios y a las vertiginosas imposiciones que le ha marcado la
sociedad.
Fuente: Web |
Nos invita a su casa. Es un
chalecito situado a escasos kilómetros de la capital. Decidió salir de la
ciudad años atrás porque el ruido del tráfico y la contaminación no eran buenos
para sus pulmones. Hoy, ese problema no lo habría tenido. Los avances en la
tecnología, la mejora en las infraestructuras viales y las fuertes restricciones
en la emisión de gases contaminantes mejoraron la calidad de vida en las
grandes urbes.
Eduardo camina tranquilo y con la
agilidad que le permiten sus 115 años de edad. Nació en 1927 y además de las
vicisitudes que le ha tocado vivir, ha
superado con éxito un cáncer de pulmón. Él habla de esta enfermedad con el
conocimiento que le otorgó el haberla sufrido. A mí me resulta lejana y ajena,
y justifico mi desconocimiento porque la vacunación temprana ha cortado de raíz
el desarrollo de cualquier tipo de cáncer en nuestros cuerpos.
Estuvo casado, con Berta, su
novia de toda la vida. Tiene 5 hijos, todos ellos trabajando en el exterior y
no en el extranjero como se dijera años atrás. Nos enseña su casa con orgullo,
y lo hace con una voz tan pausada y melódica que encandila a cualquiera. Tiene
una memoria que da vértigo. Por eso hoy queremos acercarnos a él para que nos
cuente cómo ha evolucionado nuestra sociedad en los últimos años.
Eduardo ha sido testigo de los
grandes cambios sociales, culturales y tecnológicos de los últimos tiempos. Ha
pagado en pesetas, en euros y ahora lo hace en intersellos, como cualquier persona en cualquier parte del
exterior. “Antes, viajar era una auténtica odisea. Ahora, con la moneda común y
la eliminación de aranceles es otra historia”, comenta mientras nos muestra su lecting, una minúscula placa que lleva
adaptada en el oído y le sirve para registrar los niveles de colesterol,
azúcar, la presión sanguínea y su capacidad pulmonar. “Este aparato me evita
tener que ir al médico para una mera revisión. Desde mi casa puedo registrar
cada valor y directamente queda archivado en mi historial. Y si tuviera algún
problema, en tan sólo unos minutos tendría un servicio dirigido de ambulancia a
la puerta de mi casa. Ahora no hay problemas de atascos, ni de tráfico. Con los
canales viales y el servicio de transporte público a la carta, quedaron atrás
las eternas jornadas de atascos en las ciudades”.
Salimos al jardín, donde hay
preparada una mesa con algo de aperitivo.
“Marisa, -debe ser la persona que le cuida y le ayuda-, es un encanto. Ha
preparado algo comida. Ha habido muchos avances pero todavía no hay ninguno que
nos ponga la comida en la mesa”,-argumenta en tono jocoso-.
Eduardo habla haciéndose el
interesante. Sabe que mi memoria no puede ir más allá de la corta edad que
poseo. "No me jacto de ello, sólo es la época que me ha tocado vivir"-, se justifica mientras bebe un sorbo de soda fresca.
Yo no he conocido atascos, ni sé lo que fueron los euros ni las pesetas. Hoy pago en intersellos; no sufrí las largas colas en los centros médicos y sólo conozco la enfermedad del cáncer por la web de algunos digitales. No conocí la monarquía, sólo sé que lo que queda de quienes fueran familia real vive a caballo entre Francia y Grecia. Hoy día leo libros en mi LANbook, porque las antiguas bibliotecas desaparecieron hace años por su alto coste de mantenimiento.
Yo no he conocido atascos, ni sé lo que fueron los euros ni las pesetas. Hoy pago en intersellos; no sufrí las largas colas en los centros médicos y sólo conozco la enfermedad del cáncer por la web de algunos digitales. No conocí la monarquía, sólo sé que lo que queda de quienes fueran familia real vive a caballo entre Francia y Grecia. Hoy día leo libros en mi LANbook, porque las antiguas bibliotecas desaparecieron hace años por su alto coste de mantenimiento.
Los casi 80 años que me separan
de Eduardo han hecho que el mundo diera un giro de 180 grados, sin embargo,
sorprende que aún mantengamos un aspecto en común, y es que a día de hoy, todavía sigue habiendo
alguien que nos ponga la comida encima de la mesa.